Ir al contenido principal

Entradas

D U E L O

Tres mujeres corrían, ninguna eras tu aunque eras todas* Invisible pelusa tras los dedos amarillos. Despeinas y el delirio se apodera de este barco                          endemoniado. Media luna en el techo clave de sol en el cuello. Cejas dibujadas a lapiz. Un retazo de mi         entre sus dientee... Karen era su nombre. Yo, reincidente de sus ojos. Hurgaba en cada gesto suyo como si fuera un cíclope ciego. Jugaba a atrapar tu sombra que se deshacía                apenas quería tocarla... No pude dejar de explorarte. Anhelaba tu rostro como a una playa perfecta. Me encandiló tu luz intermitente y dolorosa que parte mi raíz en un antes y después de ti... Dos estrellas semejantes me vieron amanecer borracho un día de Fiesta escupiendo flores debajo de su puerta.
Entradas recientes

EL GATO

Cuando el espíritu juega a ser materia  entonces se convierte en gato.  Darío Jaramillo Agudelo Le gustaba revolotear por toda la casa, saltando entre las cajas, desplegando sus delgadas piernas morenas como si fueran (escaleras) en el aire. Le gustaba meterse por entre la sábana de lana y hundir el hocico en las vellosidades de la manta. Chupaba esas hebras hasta empapar la frazada de una baba aceituda que después se me pegaba a la piel. Ahora que no está, que parece habérsela tragado el techo, acuden a mí, todas las imágenes intermitentes de su presencia. La veo en el umbral de la puerta con su cara tiznada y triangular reclamando con sus dos vidrios azules algo tan profundo, que yo no entiendo. La vea también sobándose en mis piernas pretenciosamente, como si estuviera marcándome, como su terreno. Ahora pasa rauda de un extremo a otro de esta casa, asechada por mi calzado amenazante, tras sentirme ofendido por un animal que inocentemente disipaba su hambre.

LOS RECUERDOS DEL ABUELO

I A Euclides le disgustaba que en el pueblo se rumoreara de sus totémicas conexiones. Nadie podía pasar por en frente de su casa, a orillas del río, sin desviar la mirada hacia aquellas paredes rojas, ahora desteñidas por el paso del tiempo y que seguían en pie gracias a un azar inexplicable. Todo el mundo inmediatamente se apresuraba a conjeturar sobre los móviles del trueque en el Puente de la Carrilera, en plena mitad de río y con la sombra plateada besando sus espaldas desnudas. Discutían los posibles diálogos en que el mortal abdicaría de su condición para conjurar su suerte ante un fantasma de pueblo. Secretamente daban por hecho el oscuro pacto de un negro venido del Pacífico y pescador de nacimiento.  Euclides respondía a estos cuestionamientos silenciosos, devolviéndoles una mirada salvaje, retadora. Hasta donde podían sus hepáticos ojos alcohólicos y narcotizados. Quería maldecirlos. Desmentirlos en sus reproches. Mandarlos al carajo, pero el peso de semejantes asev

Cualquier cosa, menos esto

A veces unimos nuestros gestos como ventrílocuos, y no se puede precisar quien del otro es el extremo y quien la mano. El laberinto es un cuerpo de costado. Al revés está el espejo. He visto dentro y me he hecho el cíclope. Lo admito. Vestidito acuamarina tapaban las palmeras y sus cocos dulces. La curva que hacía las comisuras de su boca, al sonreír o sonrojarse fue el lugar donde tantas veces naufragué y de donde tantas veces me expulsaron. De afuera disparaban puentes como dardos. Nunca daban en el blanco. Ciegos, sordos, mudos, perdidos o locos nos buscamos en la bruma, tanteando palmo a palmo la soledad en otros cuerpos. Los latidos son la única evidencia de la eternidad que no alcanzamos a vivir. Los ojos de la Parca no son el tatuaje de verano. Te miro. Punto. Tiemblo. Punto. Tartamudo. Punto. Te dibujo los labios. Punto. Imagino columpeándome sobre sus senos erguidos cual peras verdes. Pu

LOS DÍAS

Me duele tanto no verte y sentir arder cada puerto cada poro, cada faro, cuando respiras tan dentro mío, como si fueras el fuego extinto que me quema y que me falta. Cierro los ojos sin dejar de mirarte. Los abro en los tuyos. Estás de perfil. Estás justo en mis puntos ciegos. Te invento, desnuda. Una cinta roja colgada del pecho, espejo de Dios Antigua. Me miras. De lejos, me miras. Yo sé que me miras. Curiosa. Esquiva. Muda. Indescifrable. Demasiado tuya. TU YA. Colgada del Viento bailas un tango, que te lleva cada vez más lejos. Abres tus alas como girasol en Verano, a los idiotas que hacen cruces en tus puertas. Los grillos tocan el bandoneón en tu espalda. Suena la Noche en tu cuerpo, en tus poros, y extiendes tus sueños para que se sequen al Viento. La luna se emborrachaba sólo de verte girar por el aire. Sos Aire. En el aire. Tienes estrellas dibujadas en el rostro, con pinceles celestes.

MADAME LADY

El cielo entre sus cejas deja ver las bondades del paraíso que creía inexistente. Las miradas que antes cruzaban nuestros canales, ahora yacen lejanas y calladas. Sus delgadas piernas son el contraste perfecto. El silencio habita sus puertos. La sencillez, sus gestos. Abordo la expectativa con la esperanza de un niño. Aún sabiendo, de la terquedad del intento. No me importa. Te espero. Te escribo. Me desvelas. Los huequitos en su mejilla. ¡Dios! Esos indescriptibles laberintos. No puedo decir a ciencia cierta cuántas veces, naufragaron mis ojos, al contemplar tanta simpleza. Sus gestos tenían el código que yo siempre quería descifrar. Habitaba en sus rincones como tesoros, pasadizos que ni el Averno, poseería, así sin más. Conectaba puentes en los ojos para fingir, columpios en las miradas. No puedo resistirme a sus flechazos. Como si no fuera suficiente con las llamas que calcina mi interior. Ella tenía que sum

LA COCCIÓN DE LA AUSENCIA

Oscilo entre mi desesperanza, cual asta de una barca a la deriva. Me sustento en las briznas de tu viento. Pero la magnitud de sus olas, me repelen, me hieren, me dejan estupefacto, indefenso, en medio de este cataclismo sentimental, que es tu sonrisa. Pienso en tus cachetes, en sus montañas y delirios, en los huequitos que hacían la luz sobre tu espalda. En las sonrisas que se despegaban de tu boca, en los innumerables instantes que el cielo de tu ser, decidía dejar escapar, para mi disfrute. Recuerdo el laberinto de tus ojos. Del cual aún hoy soy preso. Te extraño. No como se extraña un objeto que no se tenga. No como se extraña, el silencio de la noche. No como se añora una propiedad, un bien; No como los osos, cuando salen de sus cuevas, para saludar un nuevo tiempo. No como a esas horas de júbilo. No como a ese grito, que se desgañita por salir. No como esto. Ni lo otro. Sino como a vos misma. Te extraño a vos. No s

LAS ENFERMEDADES DEL ALMA - [Juan Manuel Roca]

Me da luna Verte cruzar por una esquina Cuando se enciende el faro de la isla Y se apagan los barcos de contrabando. (...) Me da barca Cuando cruzas, sonámbula, Como si empujaras el viento. Me da libro El tren que parece la cremallera de la noche, La poderosa maquinaria Que rebana dos tajos de oscuridad. (...) Me da Sur, Mucho Sur, oír tu silencio Que acompasa la música Con su discreta percusión. Me da aguja La sombra cimbreante Que vive cosida a tu belleza. (...) Me da nardo Tu aliento que florece En la penumbra del cuarto. (...) Me da viento Escuchar de tus labios La palabra lejanía. (...) Me da grieta Saber que soy un sueño, Un ruido de pisadas en la casona del mundo. ROCA, Juan Manuel. Biblia de Pobres,  Madrid: Visor Libros, 2001.

ACTUALIDAD DEL HUEVO Y LA GALLINA - [Clarice Lispector]

I A la mañana en la cocina sobre la mesa está el huevo. Miro el huevo con un sola mirada. Inmediatamente me doy cuenta de que no se puede estar mirando un huevo tan sólo: ver el huevo es siempre hoy:  apenas veo el huevo ya se siente haber visto un huevo, el mismo, hace tres milenios. En el mismo instante de ver el huevo él es el recuerdo de un huevo. Sólo ve el huevo quien ya lo haya visto. Como un hombre que, para entender el presente, necesita haber tenido un pasado. Al ver el huevo ya es de inmediato demasiado tarde: huevo visto, huevo perdido: la visión es un calmo relámpago. Ver el huevo es la promesa de llegar a ver de nuevo un día el huevo. Mirada corta e indivisible; si es que hay pensamiento: no lo hay: hay un huevo. Mirar es el necesario instrumento que después de empleado, tiraré. Me quedaré sin el huevo. El huevo no tiene un sí mismo . Individualmente no existe. Ver realmente el huevo es imposible: el huevo es superinvisible así como hay sonidos supersónicos q