I
Nunca he escuchado en la noche un clavicordio.
La luna agita el agua,
acaso altere las mareas que habitan
la piel en fuga de los hombres,
de ahí que escuchemos el desbordar
del cuerpo en luna llena.
Nunca he escuchado en la noche un clavicordio
ni he visto cruzar barcos
cargados con pacas de algodón,
pero así se desliza la noche en mi silencio.
II
Los trenes tórridos
me llevan por países de fiesta
sonando canecas de metal
que tocan los niños antillanos
por los túneles de piedra
que son corredores de la noche
resuena la orquesta de los trenes.
Nunca he escuchado en la noche un clavicordio
y las gitanas han leído en los mapas de mis manos
que nunca viajaré al país de lotos.
III
Lejos, algún brujo
hace en marfil una mascarilla de la noche.
IV
La noche viaja hasta la blanca estación de los rocíos
o pasa su tiempo colocando en los faroles
una danza de sombras y membranas.
¡Qué mas puedo decirles de la noche!
va de viaje con el viento
decretando la abolición de las fronteras,
hace un viaje desde Florida hasta el mar de Java,
de los mares del sur a los umbrales de mi casa.
V
Mientras un hombre pasa su lengua
tras la estampilla engomada de una reina,
la noche me trae cartas de azules lejanías.
Algo de salitre y un pecho de caracol
con memorias de mares.
Algo de légamo y de brisas estivales.
Un aire de retama y bellas furias secretas
me trae la noche de sus viajes.
VI
Yo acepto el pasaporte del incierto,
el papel que me hace ciudadano de la noche.
La noche abre sus verjas plateadas
y desliza bajo mi puerta
sus volantes hojas de papiro,
hojas que hablan de un tráfico de sueños,
de un delta invisibles Orinocos
y locuaces loros venidos del Caribe.
VII
Yo oigo el conjuro de la noche en sus ranas
y el tiempo se desliza como un paraná
de orillas ditantes,
tocando flores anfibias, orquídeas
que crecen el caparazón de las tortugas.
VII
Algo de alquitrán.
Aldo de olor de mar entre ritos marineros.
Algo venido del mar de los augures
me trae la noche de sus viajes.
La noche va tiznando en mi estancia
el blanco aguamanil,
la blanca leche dejada para el alba.
Afuera, en la plaza amurallada,
la mañana pasea con ojos de lluvia en los cristales.
Juan Manuel Roca.