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HIMNO AL SOL - [José Manuel Arango]

Porque sí, porque aún no apareces 
sobre el filo de la montaña
y ya los pájaros te saludan, ya sus gargantas,
¡Qué algarabía se han desentumecido!
y la escarcha que agravaba las hojas del arbusto
comienza a desleírse,
y ya brillan con destellos de plata 
las telarañas del rocío.

Aquí vengo temprano en la madrugada
a darte mi saludo,
vengo porque sí, con mi perro,
traigo todavía la botella en la mano,
mi perro y yo venimos a alabarte
entre el alboroto de los pájaros.
Ya mis amigos se durmieron,
pero yo esperé que albearas para venir a verte,
niño niño sol y aquí me tienes
sentado en esta piedra.

La neblina se abre una mirla,
cruza una flecha de fina punta amarilla,
como si llevara un brillo tuyo en el pico,
y ahora sí asomas por sobre el filo negro de la sierra,
y de las rocas del asfalto de la carretera
se alza un vapor blanco,
montañas que una tras otra
van oscureciendo puertos,
que despiertan uno tras otro,
has venido, has venido.

Ahora la culebra en el arenal te alaba,
desenroscándose, mostrando para nadie,
para tí su dorso,
y en el caballete del tejado
un gallinazo te recibe con las alas abiertas
y todo se desentumece, se hace tibio,
se hincha la tierra,
mi escroto que tu rayo toca
cuando separo las rodillas.

Los filósofos dicen que no eres un dios,
dicen que no eres más que una piedra ardiente,
un globo de fuego;
que no eres tú quien engendra
y hace brotar la vida en el pantano,
ni crías el oro en la veta
del recoveco de la montaña.

Pero yo te saludo como a un dios,
porque sé que eres tú
y nadie más que tú, abuelo sol,
quien ahora mismo
está engendrando en el aire los bichos,
y haciendo nacer
la gusanera en la podre del lodo
y engendrando las pepitas de oro
en el recoveco de la roca.

Como eres tú quien saca
los seres y las formas de la noche,
de la nada de la noche
y urdes la fantasmagoría de las cosas
y creas de la oscuridad los colores,
tocas con tu luz la hoja del drago y la hoja enrojece,
y a tu roce la hierba verdea,
y la espiga del maíz amarillea;
ahora que tu rayo oblicuo dora a lo lejos la neblina,
ahora en esta hora en que todo es azul y dorado.

Porque sí, porque yo sé que el oro
de la espiga es tuyo,
y que la alabanza de los pájaros es para ti,
siempre sol de los pájaros,
que ya desde el alba comezaron su algarabía,
porque eso es lo primero,
que tu calor desentumece las gargantas,
las lenguas de los pájaros.

Eres sobre todo, semejante a un dios,
por tu indiferencia, alumbras por igual,
a la víctima y al victimario,
y no distingues entre el enemigo y el amigo,
ni entre el enemigo del amigo,
y el amigo del amigo.
Haces crecer el tronco recto de la palma,
y el tortuoso terebinto,
y brillas igual sobre
las cúpulas doradas de las cátedrales,
y sobre la miseria de los leprocomios.

Por eso, pongo la botella entre los muslos
y extiendo los brazos
como el gallinazo del caballete del tejado,
abre las alas para alabarte;
mi perro se alebresta,
se levanta de un salto,
comienza a ladrarme
y hasta me parece que los pájaros
me silban sus burlas.

Porque sí, porque haces
madurar la fruta verdibermeja del mando,
y podrir todo sol,
la carroña de la comadreja,
fermentas el vino y haces agriar la leche al oso,
que sale a invernar en países de nieve,
le calientas el escroto para que busque a la hembra,
y aquí mismo ante mis ojos,
tocas la flor diminuta del diente-de-león,
y la florecita amarilla comienza a abrirse.

Porque sí, los gusanos se alegran
se menean en el pantano y te saludan,
y en el monte,
los monos saltarines te alaban con sus piruetas,
¿Cómo no he de alabarte yo
que tengo entendimiento?
¿Cómo no he de arrodillarme en esta piedra
para hacerte zalemas,
aunque los pájaros burlonamente me silben,
aunque me ladre alebrestado mi perro?.


José Manuel Arango.


*El texto del que me basé para trasladarlo al blog, no tenía signos de puntuación, así que, me tomé el atrevimiento de hacerlo yo. 

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