Oscilo entre mi desesperanza,
cual asta de una
barca a la deriva.
Me sustento en las briznas de tu viento.
Pero la magnitud de sus olas,
me repelen, me hieren,
me dejan estupefacto, indefenso,
en medio de este cataclismo sentimental,
que es tu sonrisa.
Pienso en tus cachetes,
en sus montañas y delirios,
en los huequitos que hacían la luz
sobre tu espalda.
En las sonrisas que
se despegaban de tu boca,
en los innumerables instantes
que el cielo de tu ser,
decidía dejar escapar,
para mi disfrute.
En las sonrisas que
se despegaban de tu boca,
en los innumerables instantes
que el cielo de tu ser,
decidía dejar escapar,
para mi disfrute.
Recuerdo el laberinto de tus ojos.
Del cual
aún hoy
soy preso.
soy preso.
Te extraño.
No como se extraña un objeto
que no se tenga.
No como se extraña,
el silencio de la noche.
No como se añora
una propiedad, un bien;
No como los osos,
cuando salen de sus cuevas,
para saludar un nuevo tiempo.
No como a esas horas
de júbilo.
No como a ese grito,
que se desgañita por salir.
No como esto.
Ni lo otro.
Sino como a vos misma.
Te extraño a vos.
No sé qué de vos, me atrapa,
me acecha y constriñe;
pero sea lo que fuera
me acecha y constriñe;
pero sea lo que fuera
lo hace con tanta fiereza,
cual cazador al acecho
del botín de su espera.
Ya no sos.
Lo sé. Estás lejos.
Con otros. En otros.
Me implanto mudo,
en tu guantera,
aguardando el mínimo de tiempo,
para salvarme.
Tus alas, han mutado ya
a otro cuerpo.
Y es lo inevitable
de esta ardiente locura,
y la irreverencia tuya,
que tantos flechazos se deben,
la que suena las campanas,
en son de despedida.
Sea.